Queridos leyentes de mi
querido(s) Dani(s), el profe de viajes me pidió que os contara un
poco de mi experiencia por la Península del Yucatán, y como buena
chica, a ello voy.
La idea de cruzar el
Atlántico no fue solo mía, sino de mi grupo de amigos de la uni al
completo. Los más veteranos del grado de podología queríamos
despedir nuestra vida universitaria a lo grande y que mejor que
hacerlo en el Caribe.
El 8 de Febrero de este
mismo año pusimos rumbo a un país multicolor, y digo multicolor,
porque en México, no todo es turquesa como sus mares. Aterrizamos en
Cancún a eso de las 7 de la tarde mexicana, 1 de la madrugada hora
española. El cambio horario es algo que no nos afectó mucho, íbamos
a darlo todo, ¡¡sin reloj y con tiempo!! Recoger las maletas, pasar
controles y llegar al hotel fueron nuestras únicas horas perdidas,
el resto, las aprovechamos todas. Sólo había que instalarse y
comenzar a probar cócteles y frutas tropicales.
Seríamos inquilinos de
un Resort a todo lujo en la Riviera Maya, de esos de ensueño en los
que siendo estudiante crees que nunca estarás, pero con ayuda de
unas papeletillas, la organización de una capea y unos papis
generosos, puede ser posible. Levantarse y oler la brisa del mar más
espectacular que has visto jamás, ¡¡no tiene precio!!. Cuando vas
paseando por las arenas blancas te das cuenta de lo afortunada que
eres, cosa que valoras más cuando sales fuera de las instalaciones y
ves a niños yendo descalzos al cole, si eres podólogo, piensas en
mil cosas fatales, pero si eres persona, impacta aún más. México
es un paraíso de contrastes, un turista se levanta en una cama
enorme, bebe de unas jarras que ni siquiera toca porque tiene a un
guachu (con respeto) que se la sirve, prueba de todo tipo de
gastronomía internacional, ¡obvio que fajitas y quesadillas lo que
más! , es tratado como un rey y pasea con los mejores modelos de su
verano anterior. En cambio, sale de esa zona turística y ve a esos
niños cruzando una carretera para ir a un cole lleno de suciedades,
mujeres lavando ropa en cubos sin agua limpia, porque allí, no todo
son caserones como vemos en las telenovelas, allí hay quién vive en
auténticas chabolas con tejados de pajas y ramas, poco acogedores,
sin cocina, con una simple mesa y “camas”. Te sorprende como una
“farmacia” es una caseta con tres botes de remedios caseros, es
algo que nosotros tampoco podíamos soportar llevando en la maleta un
botiquín lleno de medicinas, algo con lo que no te puedes venir y
que invito que todo el que vaya, lo lleve y deje allí, sirve de
ayuda a los más necesitados y a nosotros no nos supone nada.
Pero no voy a seguir con tristezas, os voy a contar como podéis divertiros en la Riviera. Nosotros contratamos a la empresa Excape, encargada de organizar viajes a universitarios. Ellos se encargan de todo, organizar fiestas, excursiones y juntarnos a universitarios de toda España. Con ellos, aparte de gente, conocimos lugares divinos: Tulum, un poblado de ruinas mayas, con una alucinante playa de bandera azul, la mejor de toda la zona y un mercado típico que despista a cualquiera.
Isla Mujeres, esa que cruzas haciendo snorkel en alta mar y vuelves en tal catamarán con una Boat Party a lo Tomorrowland tan a lo loco, que no sabes si estás en un barco o eres tú la propia ola ; Playa del Carmen, la zona comercial más famosilla, allí puedes encontrar desde una tienda de Victoria´s Secret hasta una de tequilas, sombreros y picantes ; Cenotes, para descargar toda la adrenalina que llevas acumulada hace años, sobre todo si vas en Febrero tras los exámenes, ya que te tiraste del balcón pero lo haces de un sitio el doble de alto; y como no, Chichen Itzá, donde se halla la famosa “pirámide”, una de las 7 maravillas del mundo.
Y de cultura histórica pasamos a la movida nocturna en el paraíso. Ser chic@s excape nos convertía en chic@s vips, nos permitía no esperar colas para las discos y estar siempre en reservados, algo fuera de lugar un sábado normal en España, algo que sólo pasa en Cancún.
Coco Bongo, La Vaquita, Azúcar y hasta una boat party ibicenca, al estilo Marbella, fueron las discos y fiestas que disfrutamos, ¡a cual mejor!, muy recomendables todas.
Pero este viaje de locura duraría una semana, después tocaría volver, aterrizar en la realidad, cambiar el biquini por el abrigo, el cóctel por el redbull para pasar noches junto al flexo y no mañanas al sol, para quitarte una pulsera de todo incluido y ponerte la de “estudiante en prácticas”, porque lo único que durará para siempre es el recuerdo de una experiencia inolvidable y sólo por eso, merece la pena aguantar diiiiiiez interminables horas de a vuelo!! 10 horas, así, con lo puesto!!!
Pd: No dejéis de soñar, de aprender, de viajar. Quién sueña imagina lugares, quién los investiga aprende, quién viaja experimenta el saber. Sólo por eso merece la pena volar. Cristina B.S.