Danza y escuela
Hoy en día la escuela
primaria es uno de los espacios donde los niños tienen la oportunidad de
conocer el mundo a través de contenidos temáticos que favorecen su aprendizaje.
En la currícula, además
de los conocimientos generales, el alumno tiene también la oportunidad de
adquirir habilidades y destrezas que le permitirán formarse íntegramente para
estimular su creatividad e imaginación, ampliando sus horizontes culturales; es
decir, puede obtener satisfactoriamente una formación que logre distinguirle en
una de las asignaturas que conforman el actual Plan de Estudios 1993 de
educación primaria, la Educación Artística.
Esta asignatura dirige
su atención hacia el desarrollo de los niños, abordando en sus contenidos los
elementos básicos de las cuatro formas de expresión en las que se organiza: “Expresión
corporal y danza” es una de ellas y la destaco porque de ésta se desprende la
inquietud por escribir este artículo, como una invitación a reflexionar sobre
la importancia de la danza folklórica en la escuela, porque cuenta con una
perspectiva que incide en el desarrollo y formación integral de los niños y con
elementos que le facilitan la convivencia en la sociedad actual, cada vez más
demandante y globalizada.
Muchas de las
actividades que realizan los niños en sus juegos tienen relación con las
manifestaciones artísticas. Al cantar, pintar, bailar, actuar y representar
situaciones diversas, el niño disfruta y expresa sus sentimientos y emociones,
creando ambientes favorables que le ayudan a percibir su entorno de manera más profunda
y natural.
Dado que la escuela es
una parte medular para su desenvolvimiento, crecimiento y desarrollo, los maestros
somos partícipes directos de estos cambios, por lo que nos apoyamos en la
estructura temática de las asignaturas que conforman el currículum; así que, si
el niño canta, pinta, baila y actúa, entonces es recomendable que la Educación
Artística sea tomada en cuenta como una asignatura completamente necesaria para
la formación de los alumnos, y no aislada y ajena o como relleno en actividades
extracurriculares.
Así lo establece
Aguilar al decir que “la característica peculiar de la asignatura de educación
artística es que pone mayor énfasis en la vida emotiva de los alumnos, que
muchas veces es menospreciada pero que es fundamental tanto para el desarrollo del
individuo como para la propia construcción del conocimiento” (2000: 7).
De ser cierta esta
afirmación, los niños de las escuelas primarias tendrían mayor capacidad de
desenvolvimiento en otras áreas, obtendrían mejores resultados en el
aprovechamiento escolar y, en términos generales, se estaría hablando de seres
humanos completos con capacidades y habilidades que les permitirían un
desarrollo personal íntegral, y el reconocimiento cultural que envuelve a factores
relacionados con el arte en cualquiera de sus manifestaciones.
Este enfoque nos
permite entender que todas las personas nos expresamos corporalmente de
diferentes maneras, desde nuestro nacimiento y hasta el día en que morimos. Se
sabe también que cuando el ser humano, como tal, apareció sobre la tierra sus primeras
expresiones fueron los movimientos gestuales y corporales en general.
De todas esas
expresiones corporales, se ha comprobado que ninguna ha alcanzado mayores
alturas que la danza. Expresión ésta, que hoy por hoy se nos muestra
naturalmente consolidada, determinando significativamente las características
particulares entre una cultura y otra.
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Corresponde a la
escuela convertirse en el espacio donde se promuevan actividades que
contribuyan a desarrollar en los alumnos la percepción, la creatividad, la
imaginación, la sensibilidad, la adquisición de valores, la necesidad de
pertenecer a un grupo, a tener identidad nacional, y a ejercitarse física,
emocional y espiritualmente.
La danza folklórica
mucho puede contribuir a que el cometido propuesto por la Secretaría de
Educación Pública (SEP) a través de los libros de apoyo como guía en la
Educación Artística se cumpla. Además, cuando se relaciona a ésta con las demás
asignaturas se evita, con el fomento de este género dancístico, la entrada de otras
culturas y tradiciones ajenas a la nuestra, que, poco a poco, van teniendo entrada
a nuestro país, sin ofrecer ventaja alguna.
Judith Hanna,
investigadora de este medio de expresión, define a la danza como “secuencias de
movimientos corporales no verbales con patrones determinados por las culturas, que
tienen un propósito y un valor estético a los ojos de quienes presencian la
danza” (1979: 19).
Los usos que se la ha
dado a este género en la actualidad son diversos, y gracias a los aportes de
Gardner se han puesto como evidencia antropológica los siguientes:
“La danza puede
reflejar y validar la organización social, puede servir como vehículo para la
expresión secular o religiosa, como diversión social o actividad de recreación;
como escape y liberación psicológicos, como declaración de valores estéticos,
como reflejo de un patrón de subsistencia económica, y por supuesto para
propósitos educacionales” (1999: 271).
Estas evidencias ponen
de manifiesto un sin fin de posibilidades para ser aplicadas en la escuela
primaria. El maestro a cargo de un determinado grupo de niños, deberá ser quien
pondere los usos más apropiados, destacando a esta actividad como la mayor de
las expresiones que han acompañado a la humanidad a lo largo su la historia, en
todas las épocas y en todas las culturas del mundo.
En el actual Plan se
concibe a la cultura como un proceso individual y colectivo de creación y
recreación; un modo de organizar, percibir e interpretar el mundo natural y
actual en el que vivimos; una manera de comunicarnos e interrelacionar con el
medio físico y social; un proceso del que forman parte las manifestaciones
artísticas, donde se ubican: la sonoro-musical (música), gestual-dramática
(teatro), plástica (pintura, escultura y arquitectura) y por supuesto, la
motriz-dancística (danza).
La escuela privilegia
cada una de estas actividades y les da sentido de acuerdo con las necesidades institucionales
que se requieren. Toma en cuenta, además, que todas son adecuadas para trabajar
con los alumnos pequeños, sobre todo porque la infancia facilita el aprender
cosas nuevas al tener despierto el interés, la curiosidad y el asombro. Recursos
que luego aplicará en espacios de su interés personal.
En este sentido y
tomando en cuenta las 4 manifestaciones artísticas antes señaladas, la danza en
la escuela ha sido una de las actividades que pocas primarias llevan a cabo. En
la mayoría sólo intentan hacer uso de este medio expresivo cuando van a
presentar actividades cívicas, culturales y artísticos; sin darse cuenta cabal
que los niños son un importante potencial creativo para dar forma y sentido a
una pieza musical folklórica. Ello porque la expresión corporal es su principal
medio de lenguaje, pero en la práctica está olvidada.
En el Libro para el
maestro de educación primaria, se define a la expresión corporal y danza
como: “una disciplina que busca desarrollar el placer por el movimiento, que se
traduce en la comunicación de emociones a través del uso creativo del cuerpo”
(2001: 27).
El cuerpo es uno de los
principales elementos que los niños utilizan, de diferentes maneras, para
expresarse a lo largo de toda su vida, este elemento es el llamado “lenguaje corporal”.
Se manifiesta al caminar, en sus actitudes al sentarse, en los movimientos que
hace al reír, cuando da o recibe un abrazo o cuando bosteza. Estas acciones
forman parte de la expresión corporal cotidiana y se manifiestan en todo
momento, desde el interior del niño.
La utilización del
cuerpo, es un elemento necesario que sirve de apoyo en la comunicación. Así
también para interpretar piezas musicales con movimientos, pasos y despliegues
específicos al representar un baile o danza folklórica.
Se dice de esta última,
que no es tan sólo una frase con cierto costumbrismo, típica o de espectáculo al
servicio del turismo –nacional o internacional–; sino una disciplina bien
definida. Chamorro, especialista en este género, con destacadas investigaciones
etnográficas, dice al respecto que folklore “es una ciencia que se ocupa de
diversos campos del conocimiento, tales como la cultura material, la espiritual-mental,
la narrativa tradicional, y desde luego, la danza y la música” (2003: 9).
La práctica actual de
la danza y la música folklóricas en las escuelas primarias es una tarea estimulante
para quien la practica y para quien la enseña, pues se obtienen resultados en beneficio
no sólo de un prestigio cultural y social, sino por lo que significa en
términos del rescate y la preservación del folklore nacional y que éste no se
deforme ni se pierda, sino por el contrario, que trascienda y que el niño
encuentre sentido de pertenencia e identidad nacional.
La identidad nacional
no sólo alude a los rasgos físicos que distinguen a un pueblo de otro, sino al
conocimiento de nuestros orígenes y cómo estos se han ido gestando a través del
tiempo, para establecer quiénes somos y así reconocernos como una Nación con
personalidad propia y diferenciada del resto de los demás pueblos que habitan
nuestro planeta. La identidad nos distingue de culturas que amenazan su irrupción
con costumbres exóticas y decadentes, algunas enajenantes y fanátizantes, sin
ningún beneficio específico.
La identidad nacional
también está conformada por la historia, el territorio, los símbolos patrios,
idioma, religión, arquitectura y, por supuesto, la música y la danza, entre
otros.
Es importante que a
través de la danza folklórica se forme conciencia en la escuela para enraizar
la identidad nacional en los alumnos; pero no sólo eso, sino que tengan la
posibilidad de entender y revalorar nuestra cultura. Sólo mediante el aprecio, goce
y disfrute de nuestras raíces, podremos defender eficazmente nuestras
costumbres y tradiciones.
La danza folklórica,
además de consolidar una identidad nacional en los niños, puede alcanzar otras
metas:
“...un potencial dancístico para promover sistemáticamente un amplio desarrollo corporal,
creativo y expresivo; un potencial psicopedagógico, es decir la capacidad para
detonar procesos de desarrollo en el niño y un potencial educativo que promueva
experiencias estéticas que despierten el deseo de disfrutar la danza como
futuros bailarines o espectadores de esta”. (Hutchinson, 1995).
Actualmente se han
analizado propuestas metodológicas como alternativas para el Sistema Educativo Nacional
que han servido de sustento para que Alejandra Ferreiro y Josefina Lavalle
elaboren un Programa de Desarrollo de la Creatividad por Medio del Movimiento y
la Danza, y crear con él, los recursos didácticos y coreográficos para su
aplicación.
En este sentido es
determinante y prioritario el hacer uso adecuado y considerar con mucha
conciencia la práctica de la danza en la escuela primaria. El apoyo a los
programas vigentes de Educación Artística, en particular lo referido a la
expresión corporal y danza, es uno de los mayores retos que –estoy seguro–
muchos maestros deseamos impulsar.
También debería serlo
para todos aquellos docentes creativos e innovadores que quieren encontrar
verdadero sentido al folklore nacional. Su difusión, con el apoyo de los niños,
lo llevarán a su máximo esplendor, a cualquier rincón del país o fuera de éste,
logrando que la danza recupere su valor artístico y se pueda apreciar desde
distintas dimensiones.
Con respecto a la
intención de demostrar con argumentos científicos la importancia del arte en la
educación, se reconocen las investigaciones de la Universidad de Stanford al representar
una importante lucha en distintos frentes. Sus conocidas teorías justifican hoy
en día la educación artística como una disciplina que fomenta un aprendizaje
global del arte.
Numerosos estudios se
han realizado al respecto, en este sentido es importante mencionar el giro que
le ha dado el norteamericano Elliot W. Eisner a la educación artística,
destacando su importante papel dentro de las ciencias humanas y, sobre todo, definiendo
el ámbito de esta disciplina, que todavía no tiene un reconocimiento especial
en nuestro Plan y Programas de estudio, al hacer poco énfasis para su
aplicación como asignatura determinante en la formación y desarrollo integral
de los alumnos.
La visión
interdisciplinar del hecho artístico se da a partir de la trayectoria académica
del profesor Eisner, que le brinda la posibilidad de relacionarse con
diferentes profesionales de todos los campos del saber.
Considerando que el
aprendizaje artístico y la experiencia estética forman parte de las expresiones
mas sofisticados de la actividad y sentimientos humanos, se han analizado y
descrito ciertos conocimientos y líneas de actuación orientadas a la
preparación de programas de arte que resultan esperanzadores. Para ello es
fundamental hacer énfasis en por lo menos cuatro fuentes del saber, que Eisner
(1995) señala muy acertadamente:
Primero:
es
importante comprender concepciones relacionadas a cuestiones como: ¿por qué
enseñar arte? , y ¿cómo justificar el empleo de tiempo, esfuerzo y dinero en
esta área concreta de la experiencia humana?
Segundo:
¿cómo
se ha justificado la enseñanza de la educación artística en las escuelas
públicas de nuestro país?
Tercero:
¿qué
tienen que decir las ciencias sociales al respecto de las manifestaciones artísticas
en su conjunto y de las condiciones que afectan la capacidad individual de
experimentarlas?, y
Cuarto:
¿qué
se puede llegar a saber a partir de la práctica del desarrollo curricular, de
la enseñanza de arte o educación artística y de su evaluación?
La danza como arte, en
su esencia, es la manifestación artística que recoge los beneficios del ritmo,
el movimiento y los aportes que el hombre hace en función de su propia vida, porque
la danza es vida y ésta es disfrutar de los recursos que están al alcance del
ser humano. Es una de las formas universales de comunicación que permite
desarrollar y enriquecer las principales cualidades físicas, la elasticidad, la
resistencia, el equilibrio, la imaginación y la expresión.
Y si hablamos de una
parte del folklore, éste tiene que ver con el orgullo nacional por cuanto da
realce a los propios valores tradicionales y autóctonos, despertando el amor
por lo nuestro, ya que se cultiva, se siente orgullo colectivo y se logran
fuertes lazos de unión a causa del conocimiento vivo de una herencia cultural
que podemos señalar como nuestra, que nos identifica y da carácter propio.
En todos los lugares de
la tierra el folklore expresará, donde ofrezca el prestigio de su aporte, lo
más propio y auténtico para expresar con entusiasmo el orgullo de una raza y un
mestizaje con sentimiento nacional.
Desde esta perspectiva
es evidente que utilizar la danza folklórica como herramienta, es una propuesta
educativa y cultural que se concreta en actividades creativas, en las cuales
cada niño se enriquece, se sensibiliza e imagina, de manera que aprende a
escucharse y a apreciarse a sí mismo y a los otros, a expresarse y a compartir sensaciones,
sentimientos y visiones del mundo que lo toca, que lo conmueve. No perdamos de
vista que, en términos genéricos, todo lo que produce una comunidad es cultura.
No se pretende la
formación de bailarines, sino la formación de personas capaces de construir un
lenguaje en movimiento que se relacione con la producción artística y cultural dentro
de un marco pedagógico de formación de formadores, y si la escuela es un
espacio propicio, sería importante hacer uso de ella, con seres humanos que
apenas están conociendo el mundo que los rodea.